EL SOLDADO “LO MEJOR DEL EJÉRCITO ESPAÑOL”

El día primero de abril de 1992, pasé a la reserva, no puedo decir que con alegría pero sí con la “satisfacción del deber cumplido”. Al día siguiente de mi 56 cumpleaños, dejé de mandar soldados, eso sí, con gran dolor de mi corazón.

Siempre he creído y propagado que lo mejor que tiene el Ejército Español son sus soldados. Formados en la austeridad y escasez de medios, siempre han estado a gran altura y numerosas veces protagonistas de acciones heroicas.

En mis primeros años de ejercer la profesión pude experimentar que aquellos soldados que venían a servir de apartados lugares como Extremadura, Andalucía o Galicia, lo hacían con verdadero espíritu y complacencia. A medida que pasaron los años con la modernización de las unidades y el incremento de la cultura fueron cada vez más conscientes de la necesidad de su aportación para la defensa de España y se pusieron rápidamente a la altura de las circunstancias.

Todo resultaba muy bien hasta la llegada de la “objeción de conciencia” que vino a sembrar la desigualdad y la aparición de los nacionalismos. Del Ejército actual no puedo hablaros, pues yo serví hasta 1992 y entonces aún no existía el Ejército profesional.

Después de más de 40 años con trato directo con los soldados sería difícil recordarlos a todos, ya que fueron muchísimos los merecedores de gratitud hacia mí y al Ejército. A muchos traté de cerca al acompañarme a concursos hípicos y salidas a caballo, y más tarde con motos de trial con las que siempre iba a maniobras y visitas de paradas.

Un especial recuerdo quiero dedicar a Francisco González Cuevas que tuve como ordenanza de caballos en mi empleo de Teniente en el IV Depósito de Sementales en el año 1961, y más tarde a su hijos Antonio y Paco que sirvieron a mis órdenes en el Regimiento Numancia nº 9 y en el IV Depósito de Sementales respectivamente como soldados voluntarios. Una vez licenciado Francisco le propuse venir desde Almería a la finca familiar de Tarragona para hacer primero de tractorista, luego de ganadero, más tarde de capataz-encargado de la propiedad hasta su jubilación y en la actualidad seguimos cultivando la amistad.

En mis frecuentes viajes por Francia he experimentado una “sana envidia” al ver que en todas sus poblaciones dedican un monumento a sus soldados, no sólo de sus héroes sino también de todos cuantos sirvieron a su Patria. Me gustaría que ese gesto de gratitud de la nación se hiciera también en nuestros 8.500 ayuntamientos y así pudiésemos agradecer sus servicios a cuantos lucharon en tiempos pasados en la Reconquista para arrebatar a los musulmanes sus terrenos ocupados; a los que integrando los Tercios lucharon en Flandes y en Italia; a quienes salvaron a Europa de los turcos; a los que lucharon contra Francia en la Guerra de la Independencia; a quienes combatieron en las Guerras Carlistas en uno y otro bando; a los “últimos de Filipinas”; a los que murieron en las tierras de nuestro gran imperio; a los que preservaron a España del comunismo y

a todos aquellos que en lo largo de nuestra historia dedicaron su vida y sus esfuerzos a nuestra Patria.

Qué grande es una nación cuando se acuerda de sus soldados.

Luis Montesino-Espartero Juliá

Coronel de la XI Pr.

Marqués de Morella

Publicado en: familia