Salimos de Ronda un grupo de unos 10 legionarios como grupo de captación o banderín de enganche con destino a la guarnición situada en la isla de Tarifa. Una vez allí nos encontramos con reclutas aturdidos por el fuerte viento de levante y su recién estrenada vida militar que iba a durar nueve meses. Después de algunas charlas de presentación de la legión, su código, lucir nuestros uniformes verdes y chapiri legionario, paso firme, saludo enérgico, cabeza alta, .. , conseguimos convencer a los aspirantes a caballeros legionarios que necesitábamos para el IV Tercio. Allí empezaba una gran aventura para todos aquellos nuevos voluntarios.
Los que se apuntaron no parecían los que mejor podían encajar con un código de honor y disciplina como el de La Legión. Tampoco eran los más fuertes ni mejor preparados físicamente. Pero la legión no desprecia a nadie por su aspecto, creencias o vida pasada.
Para apuntarse sólo se requería un mínimo examen médico y psicológico y firmar voluntariamente por nueve meses. De los muchos que se vieron atraídos por el espíritu de la legión y la oportunidad de vivir una aventura esos nueve meses, se apuntaron sólo los más valientes. Estos aspirantes a caballeros legionarios tomaron una decisión que no tenía vuelta atrás y sí un alto grado incertidumbre con todos los mitos alrededor de la legión que se oían.
En las semanas siguientes tuve la ocasión de cruzarme con algunos de aquellos valientes y no voy a decir que todos estaban contentos de su decisión, ni que lo estuviesen pasando bien, y probablemente la mayor parte de ellos hubieran abandonado esos días si hubieran podido hacerlo. Pero al cabo de unos meses cuando paseaban orgullosos con su uniforme legionario por el cuartel o ciudad de Ronda ninguno estaba arrepentido de su decisión, y cuanto peor lo había pasado en su entrenamiento más valoraban estar en la Legión. Y lo que aún es más importante, al hablar o cruzarte con ellos apreciabas que poco tenía que ver la forma de hablar, andar y la autoestima de aquellos soldados que reclutamos con la de estos legionarios. La formación de la Legión les había proporcionado una disciplina, confianza y respeto a los demás y a sí mismos y un código que no tenían. Sus vidas y cualquier reto en la vida ya no sería el mismo por una decisión valiente en el cuartel de Tarifa.
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